sábado, 8 de enero de 2011

Reflexiones de "Los caminos del viento"

Cuando tomamos las riendas del potro indomable que es la vida comenzamos a ser nosotros mismos; cuando comenzamos a hacer “como si”, y a aguantar sin caernos. Al final, siempre va a ser igualito, uno va a terminar en el suelo. Pienso mucho, y me pregunto si es posible hacer un documental sin una gran dosis de nostalgia. Creo que no, y todo tiende cada vez más a casi darse vuelta y parecerse más a la nostalgia disfrazada de película. Por lo menos a mí no me sale de otra manera, por eso de que uno es una suma de algo que ya trae de fábrica y todas las cosas que se le cruzan en el camino. Por suerte, esto de intentar la poesía tiene la ventaja de ponerse más rico con lo años. El potro va desbocao agarrando por donde se le canta y uno va arriba, le guste o no, entonces, de ser posible, es más inteligente tomarlo como un paseo y tratar de disfrutar del paisaje. Cada árbol, cada cerro, cada río será nuestro, rápidamente nuestra curiosidad pasará a confundirse con la del potro desbocao, y éste, sin que digamos nada nos llevará a beber de ese río y a atrapar esa raya del horizonte. El potro irá donde nosotros queramos ir, porque nuestro deseo se confundirá con el de la naturaleza. No habremos dominado el potro, nos habremos entregado libres a la vida. Al final, siempre será igualito.

lunes, 3 de enero de 2011

Una cerveza y una gigantesca picada


Aquí en el sur llegó el verano; tiempo de relajarse, tomarse una cervecita y olvidarse de todo. ¿Olvidarse de qué? (No sé, me olvidé. Respondería algún gracioso, y con razón). ¿No es quizás el vivir olvidándose de todo la forma de vida de la mayoría de nosotros? Por supuesto que podemos tomarnos la cerveza, mil, claro, pero qué tiene que ver el olvidar? Al contrario, debemos llamarlo pausa en el camino, un volver la vista atrás y mirar el recorrido desde una nueva perspectiva. Y la cerveza no pretende ser una alegoría, sino un símbolo de muchos otros provocadores de olvidaderas, incluso el cine. Cuántas veces hemos escuchado la frase: dejame, yo voy al cine a distraerme. Los americanos le llaman acertadamente a esto “entertainment”. El documentalista puede sentarse a tomar la cerveza con los amigos, pero es su obligación estar consciente y alerta todo el tiempo, desde los movimientos de las olas de la playa hasta el recorrido de la rubia bebida por su aparato digestivo. Pablo Neruda escribió: “... es esencial conservar la dirección interior, mantener el control del crecimiento que la naturaleza, la cultura y la vida social aportan para desarrollar las excelencias del poeta”. Para terminar, el poeta chileno, en otro trabajo, remató: “Yo sigo trabajando con los materiales que tengo y que soy. Soy omnívoro de sentimientos, de seres, de libros, de acontecimientos y batallas. Me comería toda la tierra. Me bebería todo el mar”.

sábado, 1 de enero de 2011

Pitching

Cuentan que Ridley Scott había andado durante años con su carpeta de “Alien” bajo el brazo. Había golpeado muchas puertas que terminaban golpeándolo a él; hasta que, cierto día, dió con un un productor al que dió el pitch de su vida, le dijo: “Es como tiburón, pero en el espacio. Pero, ¿qué pasa cuando la idea es más compleja? Y generalmente lo es, sobre todo en documental. ¿Cómo resumir en pocos minutos, quizás, una vida de reflexiones y búsqueda personal? Porque cierta porción del amplio abanico que cubre el género documental persigue fines artísticos, y también el resto del espectro no debería olvidarlo. Me parece que los documentalistas, como artistas del cine, hemos olvidado el debate y la confrontación de nuestras ideas. No sé si por dictaduras, globalizaciones, o lo que fuere, pero lo hemos olvidado. Por suerte cada vez más nos estamos encontrando en diferentes eventos para discutir algunas cuestiones como formación, difusión, etc. Pero el asunto permanecerá sin resolución hasta que no tratemos el tema de fondo: nuestras películas como obras artísticas. Todo lo otro, el público, la formación y la transformación social vendrán por añadidura. La generación de los 60 lo supo hacer. Yo nací cuando los enemigos de las ideas aplastaban todo eso -y creo que lo lograron-, y me parece que deberíamos tomar a los sesenteros como modelo. Y no me refiero a militancias políticas identificadas con colores, sino al debate de las ideas. Un intercambio en el cual cada actor cumplía su rol y, en mayor o menor medida, todos aportaban lo suyo. Público, crítica, difusores y hacedores se enriquecían y enriquecían al arte cinematográfico. Luego vino un bache, largo, que llegó hasta hoy, una historia coincidente con la de la televisión. Un limbo que se encargó de borrar memorias y nos dejó este mundo, que hoy pocos intentan entender. Los documentalistas tambien hemos caído en ese pozo, otros han tomado el timón de esa tierra de nadie. Esa gente también ha ido a los tumbos, improvisando y tanteando por dónde está la salida. Pero el problema artístico pertenece a los artistas, y hemos cedido ese terreno. En un intento de imitar a la BBC, Arte, o algún canal nórdico hoy tenemos el “pitching” impulsado por quienes, con buena fe, buscan también recuperar dos o tres décadas de vacío. Pero no funciona. ¿Por qué? Porque lejos de fomentar el desarrollo y la búsqueda del documental como espacio de creación artística, el pitching se convierte en una bana competencia de golpes de efectos o curiosidades. ¿Es mi búsqueda personal y artística peor que la tuya? ¿El amor a tu perro merece el segundo premio y mis miedos al cambio climático el primero? Hemos cedido terreno, y ya no solo en el sentido corporativista como documentalistas, sino, y esto es lo trágico, en la búsqueda personal. Lo más valioso del hombre, y lo único capaz de vencer al tiempo, son las ideas. Deberíamos trabajar sobre esto y aprovechar cada oportunidad posible para rescatar su debate.