martes, 2 de diciembre de 2014

EL VARÓN Y EL REY



El 26 de noviembre de 2014 se cumplió el 50 aniversario de la muerte de Julio Sosa. Ese día me encontraba en Dolores de Hidalgo, México, ciudad de nacimiento del máximo exponente de la música de ese país: José Alfredo Jiménez, EL REY. Además del hecho que tres días antes se recordaban los 41 años de su muerte (tambien consecuencia de una vida desenfrenada), son varias las coincidencias que rodean a ambos artistas y sus ciudades natales: tanto en Las Piedras como en Dolores surgió la independencia de Uruguay y México (la batalla de 1811 en una y el grito de independencia de 1810 del cura Hidalgo en la otra); ambas ciudades cuentan hoy con 70.000 habitantes; tanto Jiménez como Sosa cuentan con un festival de música, un museo y un panteón especial en los cementerios municipales. En Dolores uno puede mandarse un helado, un taco o un tequila tal cual los prefería su artista. Nacidos los dos en 1926, Julio Sosa era 15 días menor que José Alfredo Jiménez.
Sentía mucha vergüenza como uruguayo al recorrer Dolores y ver cómo los Doloreños sí aman y respetan a su artista. Las fotos y canciones de José Alfredo se encuentran a cada paso y casi no existe conversación donde no se le cite. El museo, situado en su casa natal, es de una calidez entrañable. Poco es lo que ofrece: fotos, discos, algunas cartas, un par de trajes... o quizás la visita de escolares que acuden a cantarle Las Mañanitas. El verdadero objeto expuesto en el museo es la veneración que ofrenda el pueblo a su artista. Es una casa de vivencias que contagian al visitante para ser llevadas para siempre en su corazón. La tumba de Jiménez es punto de peregrinación de los Mexicanos de todas las edades. En lo personal, no dejaba de sentir cierto orgullo por, de alguna forma, estar relacionado a los músicos, o por yo mismo ser artista. Ahí se podía palpar que el trabajo de los artistas nunca es en vano. Me sentía acompañado.
Desde la casa de Jiménez de veía muy pequeño el Uruguay con sus homenajes a Julio Sosa. En algunos casos alcanzan los dedos de una mano para contar a los asistentes. No dejo de ver la figura de Julio Sosa como un fantasma en el limbo, esperando ser algún día adoptado como ídolo de los urguayos. Por esa sola razón es que EL VARÓN DEL TANGO aún sigue vivo. Somos demasiado crueles, no nos lo merecemos. Ojalá lo dejáramos irse de una vez.