Elogio de una sombra
Estuve en Japón cuando aún no lo había merecido. Igualmente algo que entonces no percibí caló en mí. Avenidas modernas, taxistas de guante blanco y cebras atestadas de peatones me arrollaron. Mi refugio fue una cafetería estilo occidental donde desayunaba huevos. Me dejé llevar por las calles. Un leve desvío a izquierda o derecha y el paisaje que esperaba allí aparecía. El sol de mayo enamoraba con delicadeza de sakuramochi. Yo no estaba preparado y Tokio me quedó grande. Para mi consuelo traje una historia que he repasado una y mil veces y tengo guardada en mi cofre. Quisiera volver y filmar la sombra. Hoy que me siento maduro y que paso. Porque creo que Japón también pasa. Y a la vez sigue quedando.
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