viernes, 25 de octubre de 2019

Elogio de una sombra

Estuve en Japón cuando aún no lo había merecido. Igualmente algo que entonces no percibí caló en mí. Avenidas modernas, taxistas de guante blanco y cebras atestadas de peatones me arrollaron. Mi refugio fue una cafetería estilo occidental donde desayunaba huevos. Me dejé llevar por las calles. Un leve desvío a izquierda o derecha y el paisaje que esperaba allí aparecía. El sol de mayo enamoraba con delicadeza de sakuramochi. Yo no estaba preparado y Tokio me quedó grande. Para mi consuelo traje una historia que he repasado una y mil veces y tengo guardada en mi cofre. Quisiera volver y filmar la sombra. Hoy que me siento maduro y que paso. Porque creo que Japón también pasa. Y a la vez sigue quedando.

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