jueves, 5 de noviembre de 2009

Regreso del Congo 2 (Haití)

Me ha sido imposible escribir sobre el viaje al Congo, pues es algo que continúo internamente digiriendo. La experiencia me acompaña y no pasa momento que no aparezcan frente a mí señales que me lo recuerden. Es que todo es parte de un mismo documental, el de mi vida. Mi viaje a Guayaquil también fue un nuevo ladrillo de coherencia en la construcción de mi yo. Habiendo regresado del rodaje en Congo, no pasaba día en me aflojara y descargara en un mar de lágrimas mis impresiones. Sí, lloraba. Un rato largo. Todos los días. Hasta que un día, precisamente una semana despues, apareció la noticia: un avión había caído en Haití, seis tripulantes uruguayos habían muerto. Aunque todavía no iban a dar los nombres, por respeto a las familias, yo supe desde el primer momento que era él.
El verano pasado fuimos a acampar con mi familia a Santa Teresa. Mi niña se hizo amiga de otra niña de su edad en la playa, por ende, mi mujer y yo terminamos amigándonos con sus papás. José era piloto de la Fuerza Aérea. Juntos compartimos días enteros de playa y charla. Isabel, fascinada con nuestro trabajo, nos preguntaba y preguntaba. Yo me perdía en largas charlas con José, quien me alimentaba con datos y anécdotas lo que es estar en misión, lejos de la familia. Le conté, por supuesto, de la película que estaba haciendo. Durante los últimos meses quedamos en contacto por email. Le escribí que me iba para el Congo, él me respondió que recién se había ido para Haití, a volar. Que no iba a ir a Santa Teresa, pero que nos veríamos en marzo, a su regreso.
Y dieron su nombre. Al día siguiente, mi nena, sin saber nada, comenzó a preguntar si faltaba mucho para ir al campamento, para encontrarse con su amiga.
Creo que la muerte de mi amigo no fue en vano, de mi parte, le agradeceré siempre el haberlo conocido. El también vivirá en mi película.

martes, 3 de noviembre de 2009

II Encuentro de Documentalistas Latinoamericanos, Guayaquil-Ecuador (o cómo descubrí Latinoamérica)


Aún revolucionado por el torbellino que significó el rodaje en el Congo, partí hacia el encuentro. Increíblemente, nunca había ido a latinoamérica. Es que los uruguayos, al menos en mi caso, vivimos de espaldas al resto del continente. Yo nunca había subido. Conozco toda Europa, los Estados Unidos, alguna otra cosa, pero nunca había visitado a mis vecinos del barrio. Los ecuatorianos nos recibieron muy cálidamente (a mí y a mis colegas Luis González y Ricardo Casas). La ciudad de Guayaquil se nos presentó colorida y alegre. Sin contrastes estridentes los guayaquileños parecen disfrutar de las cosas importantes de la vida. En cuanto al encuentro en sí, más allá de algunos encontronazos propios de estos eventos (no por mi parte, pues cuando la veía venir me refugiaba en algún rincón de mis memorias), creo que todos coincidimos en varias cosas. No importa detallar aquí qué cosas, si buscan, por ahí en internet debe andar la declaratoria final, aprobada con la firma de todos. Quiero referirme al encuentro en forma más personal, como creador; Guayaquil me regaló un par de aquellas cosas que sí es esencial recoger en el camino: imágenes y emociones. Mis postales son las charlas y cerveceadas con los jóvenes ecuatorianos, muchos de ellos brillantes, que me hacían sentir vergüenza ante cada pregunta de si había visto tal o cual película. Por suerte, y paara mi tranquilidad, anoche ví un reportaje que le hicieron a Jorge Luis Serrano, el director del Consejo de Cine de Ecuador; allí confesó que la primer película que le marcó fue Dumbo, igual que a mí!!! Por eso, una confirmación más de que todo pasa por la piel, por el filtro de la emoción personal y no por las declaraciones políticamente correctas, como lo sería decir "A mí me marcó Ciudadano Kane" (o algo por el estilo). Para cerrar, y como postal final de mi viaje, me quedo con la que ví una noche al final del malecón, llegando al monumento de JJ Olmedo. Había allí una pareja de jovencitos, ajenos al mundo que, entre arrumacos, soñaban vaya a saber uno con qué. Ahí ví que el viejo Olmedo, el autor del himno de Guayaquil, no se estaba levantando de su silla, estaba sentándose, se preparaba para gozar tranquilo de una noche intensa de poesía.

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Regreso del Congo


Hoy hace un mes que regresé del Congo. Muy difícil la comunicación. Un viaje que me marcó para siempre y del cual, hasta el momento, no me encuentro capacitado para narrar ordenadamente. Un cúmulo de sensaciones contradictorias que me han afectado.