Además, tenía buen aliento.
Yo, que me veo al espejo todos los días, sé que soy una mala
copia de tres o cuatro personas. Acabo de enterarme de la muerte de uno de mis originales,
mi Maestro de cine José Martínez Suárez.
Josecito: usted no tenía que hacer nada; yo le veía sentado:
columna recta, cuello de camisa impecable, pañuelo de seda, y una cabeza en la
que cabían todos los libros; con eso ya era suficiente. Mirarlo a los ojos
exigía ir profundo, hasta la socarronería del humor, por esos abismos que
llaman inteligencia. Cuando usted ponía atención era como una inmensa puerta que
se abría, por eso, dirigirle la palabra era un desafío para lo cual había que
estar muy preparado. Usted me inició a la lectura de lo imprescindible,
comenzando con Kierkegaard, y la seducción me sedujo para siempre. Usted fue la
primera persona que de verdad creyó en mí como cineasta, me moldeó y me pasó los piques que apenas estoy entendiendo. Mi primera película fue
una respuesta a un comentario suyo, y la hice para usted. Y la segunda también.
Además de la última. Y la que viene. Sus enseñanzas fueron como el melón
amarillo que repartió a partes iguales entre el grupo, usted me mostró la
solidaridad y me heredó el yugo de la ética. En fin: usted ha sido un viejo
zorro.
Hace mucho que estaba por escribirle. Es más, lo iba a hacer
hoy o mañana, de verdad. Aunque siempre pienso que todavía no he juntado gran
cosa para contarle. Sigo intentando a diario poner en práctica sus lecciones,
pero los resultados suelen ser desparejos. Usted ha sido un compañero
libertario, por eso no me preocupa demasiado la falta de contacto. Los
libertarios nos manejamos mejor en solitario, andamos dispersos, aunque siempre
a tiro con el rabillo del ojo. Es que los anarcos somos el famoso “virus que anda”;
invisibles y contagiosos.
Josecito, en
resumen, no ha pasado gran cosa. Yo estaré un rato más por aquí, llevándola
como pueda, mientras que usted ya juega en otras ligas. Espero que se haga justicia y se lo recuerde como usted fue: un tipo que supo pasearse elegante por la vida. Ya nos tomaremos
un café.