jueves, 21 de junio de 2012

Nada nuevo bajo el sol, solo yo que estoy más bronceado


Quien sostenga que sobre gustos no hay nada escrito, seguramente no ha entendido correctamente sus lecturas. Desde una crónica de un partido de fútbol, hasta un recetario de cocina, podría asegurarse que no existe casi otro tema de escritura que no verse sobre los métodos para obtener resultados ideales, o las comparaciones con ese ideal. Ese ideal es la perfección estética. Un partido puede ser bello como un plato mal presentado puede arruinar una cena. Hace solamente dos siglos el filósofo alemán Georg Hegel abordaba el tema de la estética en sus clases de facultad y analizaba por qué algo es bello. Sus clases fueron rescatadas de apuntes de sus estudiantes y publicadas en un libro titulado “La estética”. En esas páginas Hegel repasa diferentes disciplinas artísticas (pintura, música, escultura, arquitectura), y recopila su evolución a través de la historia. Por razones obvias, Hegel no llegó a escribir sobre el cine. Me hubiera gustado saber qué podía decir el viejo acerca de nuestra disciplina. Tiendo a pensar, que, el cine es es tal gracias a la técnica (sí, ya sé, cuenta con su propio lenguaje, claro), pero en el fondo no deja de ser una combinación de todas las disciplinas antes mencionadas. Lo que uno descubre en su pensamiento, y que cae como un mazazo, es que ya se ha inventado todo. Todas esas disciplinas han llegado a su cumbre estética incluso mucho antes de Hegel haber existido. Es el período denominado clasico: la música con los románticos, la pintura con los impresionistas, la arquitectura con los griegos y la escultura con los romanos. Sentenciado esto (y yo creo que tiene razón), la pregunta es: para qué seguir? Y seguir a dónde? Condición necesaria de la búsqueda estética es la originalidad. Y la originalidad , en este caso, no es hacer algo totalmente diferente a lo hecho, eso es muy fácil, Lo difícil es hacerlo bello, comparable a un cánon, pero a la vez sin punto de comparación. La línea y la proporción áurea existe para todos (y hasta es explicable matemáticamente). Pero la condición invariablemente irremplazable en una obra de arte es su creador. La obra pasa a través del tamiz único que es el espíritu de su creador. Aunque esto no asegura un resultado exitoso, es la condición primera de la originalidad. El arte existe porque existen los artistas.