lunes, 3 de enero de 2011

Una cerveza y una gigantesca picada


Aquí en el sur llegó el verano; tiempo de relajarse, tomarse una cervecita y olvidarse de todo. ¿Olvidarse de qué? (No sé, me olvidé. Respondería algún gracioso, y con razón). ¿No es quizás el vivir olvidándose de todo la forma de vida de la mayoría de nosotros? Por supuesto que podemos tomarnos la cerveza, mil, claro, pero qué tiene que ver el olvidar? Al contrario, debemos llamarlo pausa en el camino, un volver la vista atrás y mirar el recorrido desde una nueva perspectiva. Y la cerveza no pretende ser una alegoría, sino un símbolo de muchos otros provocadores de olvidaderas, incluso el cine. Cuántas veces hemos escuchado la frase: dejame, yo voy al cine a distraerme. Los americanos le llaman acertadamente a esto “entertainment”. El documentalista puede sentarse a tomar la cerveza con los amigos, pero es su obligación estar consciente y alerta todo el tiempo, desde los movimientos de las olas de la playa hasta el recorrido de la rubia bebida por su aparato digestivo. Pablo Neruda escribió: “... es esencial conservar la dirección interior, mantener el control del crecimiento que la naturaleza, la cultura y la vida social aportan para desarrollar las excelencias del poeta”. Para terminar, el poeta chileno, en otro trabajo, remató: “Yo sigo trabajando con los materiales que tengo y que soy. Soy omnívoro de sentimientos, de seres, de libros, de acontecimientos y batallas. Me comería toda la tierra. Me bebería todo el mar”.

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