miércoles, 13 de enero de 2010

Colombia


Un mes en Colombia

Sin esperarlo, recibí una propuesta: realizar una serie de programas sobre la cocina colombiana para un canal húngaro. La oferta incluía ser yo mismo la cara visible ante cámaras. Luego de pensarlo dos minutos acepté; mi personaje sería un documentalista recorriendo el país, comiendo, eventualmente cocinando algo, y descubriendo latinoamérica. Yo sería yo mismo, aparecería filmando todo aquello que me llamara la atención, realizando un documental sobre cómo hago otro documental.

Hace un mes que llegué y ya estoy por irme. Al igual que, creo, la mayoría de las cocinas del mundo, existen un puñado de platos básicos y, sobre eso, múltiples variaciones. Pero la excusa era válida, pues lo interesante era encontrarme con la gente, compartir experiencias y comer cosas ricas! Casi no pisé restaurantes formales, fueron tres semanas de rodaje comiendo básicamente en la calle. Cientos de jugos de frutas exóticas, pescados, mariscos, sopas, guisos. Comí en una escuela, cociné junto a los campeones de surf del Caribe, bailé parrandas vallenatas, comí un sancocho con mil grados de calor en una calle de Barranquilla junto a las glorias pasadas del fútbol colombiano, filmé el culo y las tetas de una chica a pedido de los policías que miraban mi monitor, comí tortuga entre unos pistoleros guajiros, me puse un taparrabos y bailé una danza wayuu y fuí filmado con mi cámara por Rafael, un colega indígena que me llevó a su altar sagrado, luego de tres horas de caminata por la selva montañosa. Y eso es sólo el comienzo.

Sigo conociendo mi continente y compruebo que, a pesar de los problemas que hayan, el Uruguay aún sigue siendo una isla. Me sorprendió la tremenda pobreza que reina por este norte de sudamérica. Por suerte la gente no pierde la alegría y su corazón está abierto para recibir al que llega de afuera; pero es preocupante. Caminar por el centro de Bogotá, una ciudad muy moderna y cuidada, es una experiencia bastante fuerte. Parece estar totalmente despegada de la gente que la habita, miles de vendedores ambulantes pululan por sus calles. Gente ofreciendo las cosas más increíbles en el reino de la informalidad. No quisiera recargar las tintas en este aspecto, pues de verdad me llevo el mejor recuerdo de este mes colombiano. Pero es preocupante ver estas cosas, a las que no le veo solución. Tuve ocasión de conversar con muchísima gente durante mi tour, y siempre me quedaba un leve sabor amargo. Ojo, la gente no me lloraba, sino que estaban resignados a la vida que el destino les ha deparado, cosa que creo más triste.

Hoy fuí por primera vez más allá de la calle 100, donde viven los otros. Toda esta parte no parece tener más de veinte años. Un precioso barrio residencial, lleno de parques y edificios sobrios y modernos de no más de veinte años. A los vecinos ni los ví. Así es Bogotá, los ricos y los pobres están totalmente separados; aquí todos están divididos en estratos (figura en el documento). A mí me dijeron que soy 5, que si fuera europeo (y no medio europeo, como soy), sería 6, el máximo. Camino por la calle y las chicas me dicen “Hello”.

Me voy de Colombia y lo que me llevo es un montón de preguntas; seguramente pronto regrese pues ya dejo tiradas unas líneas. La experiencia de filmar aquí ha sido muy gratificante, aprendí muchísimo de cada uno de los personajes que pasaron por mi lente y de los fantásticos compañeros de trabajo que me tocaron (Alejita, Herbert, Juan Manuel, el Poeta, George y Lis). GRACIAS A TODOS!