domingo, 14 de diciembre de 2008

El manya tiene huevo!

Acabo de llegar a casa luego de haber participado en el taller de pitching del II Festival Atlantidoc, en la ciudad de Atlántida. Allí presenté el proyecto en el que estoy trabajando desde hace más de un año y medio. Muy resumidamente, trata la historia del farero de la Isla de Lobos quien, como forma de tener una entrada extra, decide partir a la guerra del Congo como soldado de la ONU. Esta historia se repite ya por miles en el Uruguay y, especialmente en estos días, se encuentra sobre la mesa de discución de la opinión pública. En el caso de mi personaje su periplo cobra especial relevancia debido a que la razón de su decisión, su pobreza, es hija directa del Congo: su abuelo fue un esclavo traído de ese país. Una vez concluído mi pitch, uno de mis compañeros participantes me hizo notar que “tu personaje es un represor, en este país hubo una dictadura y vos deberías decirlo”. Aunque no quise contestar mis otros compañeros me obligaron. Le dije que ni por razones ideológicas, ni por razones de edad ni por ninguna otra razón mi personaje era un represor; también es hincha de peñarol y la película no lo menciona, agregué. Tanto en el pitching y en la pantalla tuvimos varios ejemplos de “peliculasobredesaparecidosylatoruraytodoeso” y varias veces escuchamos ¿hasta cuándo vamos a ver “peliculasobredesaparecidosylatoruraytodoeso”?, instalándose el tema como el de mayor discución (a mi entender) dentro del festival. No soy original al decir que las películas se dividen en buenas y malas, nada más. El cine es un lenguaje y un medio de expresión. Me preocupa muchísimo cuando tratan de explicarme algo que ya estoy entendiendo; pero lo preocupante no es que me crean un tonto sino que el creador de esa obra no cree en su arte para transmitirme esa idea o emoción. La explicación es para sí mismo, duda y no tiene confianza en lo que me está diciendo, NO CREE EN SU CINE. El lenguaje cinematográfico y la creatividad están ahí para explotarlos. ¿Otra cabeza parlante? preguntaban algunos a mis compañeros del pitching  con “peliculasobredesaparecidosylatoruraytodoeso”. Yo seguramente lo haría distinto, pensaba para adentro. Pero... una de las mejores películas que ví en el festival fue “Sitete instantes”, de la directora Diana Cardozo (siete conmovedoras cabezas parlantes de militantes tupamaras). El cine es emoción, no explicación racional. Habemos tres millones de directores técnicos y tres millones de directores de cine. Ser cineasta implica militancia. Debemos amar nuestra idea, lanzarla desde la emoción, ser conscientes del mundo que nos rodea. Sí vivimos en un país en el que hubo dictadura, vivimos en el hoy, el Uruguay de hoy, consecuencia de la dictadura, de Obdulio, de las invasiones inglesas, del salsipuedes, de los Reyes Católicos y millones de páginas de etcéteras.

Venía en el ómnibus desde Atlántida sumergido en mis pensamientos, en el camino subieron los hinchas de peñarol que iban al clásico. Hice unos quilómetros al ritmo de “metahuevo metahuevo metahuevo”. Por ahí escuché una conversación de a pedazos, un par de veces se dijo la palabra Congo. Los negritos de peñarol hablaban de lo mismo de que el farero. La realidad es una, y no podemos escaparnos de ella. La pobreza también es hija de la dictadura y TODO lo que hagamos en Uruguay estará teñido de dictadura (y de millones de páginas de etcéteras).

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