martes, 13 de noviembre de 2012

La hamburguesa de Sócrates


El gran Sócrates definió al amor más o menos en estos términos: un padre es padre porque tiene hijos, un hermano es hermano porque tiene otros hermanos; el amor, por lo tanto, es amor porque ama a algo. El amor no es lo más bello, sino que ama la belleza. El amor ama todo lo que no es y lo que no puede alcanzar. Y termina Sócrates diciendo que, naturalmente, el hombre ama, sobretodo, a su hijo, pues es este su creación propia y la carne de su carne. Este hijo despierta el amor más sublime pues representa para el hombre la promesa de eternidad. Disculpeseme este resumen tan escueto y parecido a pequeña carnicería. Y la comparación es muy acertada, pues fue una hamburguesa la que me despertó estos pensamientos. La tarde invitaba a hacer un fuego y a asar una deliciosa hamburguesa casera de las que preparé hace unos días para congelar. Por supuesto mi hamburguesa de marras, además de mayor tamaño que las compradas, contaba con varios aderezos de mi predilección ya incorporados a la pasta de carne. Debo mencionar que mi receta incluye proteína de soja en la mezcla, lo que evita un encogimiento de la hamburguesa luego de su preparado. Prefiero obviar investigaciones y comentarios acerca de la procedencia de la proteína aunque este artículo tiene puntos en común con la polémica sojera. Quizás muchos de ustedes hayan oído hablar de la empresa multinacional Monsanto. Esta empresa encarna todos los más crueles demonios globalizadores en su más despiadados clichés.  Lo que Monsanto ha hecho es crear variedades de vegetales y patentarlos. Lentamente, los productores de alimentos se están viendo cada vez más cercados y, para poder producir, deben comprarles semillas al monopolio autoimpuesto (con colaboraciones varias, como siempre) de Monsanto. Salvando las distancias, es lo mismo que acaban de hacer ciertos señores que se les ocurrió patentar la canción anónima de "cumpleaños feliz"). Pero las cosas están así. Convencido como estoy de que el poder no se tiene, sino que se ejerce, creo que aquellos que ejercen el poder, lo pueden hacer porque, en el fondo, todos estamos de acuerdo en que así sea. A modo de ejercicio mental, me gusta analizar los temas por su contrario; de este modo siempre encuentro interesantes sorpresas. Descubrí que mi hamburguesa contaba con las dos caras que se disputan el poder en el presente. Utilizar a la semilla como metáfora del futuro, de tan obvio, resulta ya burdo. Pues bien, Monsanto, a su modo, lo que hace es tratar de preservar ese futuro. Seguramente no sean propósitos tan nobles los que lo motiven, pero, en definitiva, lo está haciendo. Las semillas vencen al tiempo y son capaces de dar alimento casi indefinidamente. Granos varios han sido hallados en las tumbas egipcias y han logrado germinar sin problema aún miles de años después. La semilla es, entonces, la metáfora materializada de la eternidad. (No digo con esto que Monsanto sea el amor!). ¿Y qué es lo contrario de lo eterno? Lo contrario de lo eterno es todo aquello que se oponga a la ley de la entropía, o segunda ley de la termodinámica. Esta ley básica rige nuestro universo y enuncia algo más o menos así: todo lo caliente se va a enfriar, todo lo frío se va a calentar, todo se destruye, hasta encontrar el equilibrio inmóvil. Toda hamburguesa congelada, tarde o temprano, se va descongelar, concluyo yo. En mi hamburguesa descubro que la economía mundial se basa en el mantener a toda costa la cadena de frío. Cada vez que hay un apagón aquí en la costa, y los hay en cada tormenta, la mayor preocupación es qué sucederá con las heladeras de los comercios. Piensen en sus propias casas, qué sucedería si estuviesen un par de días sin luz. El comercio mundial, la búsqueda de mercados, los grandes barcos frigoríficos surcando los océanos...  las guerras para despejar esas rutas. Si hasta podemos comprar un helado holandés o langostas del caribe en la esquina de casa! La lucha del hombre por encontrar comida y mantenerla en buen estado es el motor que ha movido al hombre desde siempre. Pensemos en el petróleo, para qué sirve el petróleo si no para mover esos barcos, aviones, trenes, camiones que lleven alimentos y a los hombres a sus trabajos para producirlos. Gente yendo a ganarse el pan! Lo que alentó la exploración europea del mundo fue la necesidad de encontrar nuevas rutas para conseguir las especias para conservar la carne. Sin estas, la putrefacción se aceleraba enormemente. Pensemos en la sal, como conservador ancestral de alimentos. La sal era el dinero de la antigüedad (de ahí la palabra salario). La cadena de frío domina nuestras vidas, y su interrupción significaría una catástrofe para nuestro sistema. Sé que muchos grupos ecologistas y naturistas se la han agarrado en contra de Monsanto y le han declarado la guerra. Por supuesto, la empresa está acaparando un enorme poder: nada menos que el futuro alimenticio de nuestro mundo. Quizás un terreno interesante donde librar la batalla al fenómeno Monsanto (léase batalla por la libertad y el futuro) sería en la cadena de frío. Se debe ser muy cuidadoso estudiando la estrategia a seguir, pues todo el poder de Monsanto radica en la especulación de la ocurrencia de alguna gran catástrofe. La caída de la cadena de frío significaría el final de nuestro sistema. A pensarlo.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio