martes, 14 de agosto de 2012

El mundo del revés

Hace un año que estoy en el bosque. Me rodean los árboles, los pájaros y el mar. A veces me levanto temprano y otras veces después del mediodía. Porque a veces me quedo hasta muy tarde interneteando, escribiendo o leyendo un libro. Últimamente he pasado la lectura al momento principal del día, luego de levantarme, cuando estoy más fresco; me regalo entonces tres o cuatro horas de libros. Mi otra actividad principal es caminar, todos los días dos o tres horas de playa y pensamiento. Se completa esto con cocinar y comer (comida muy sana) y alguna otra actividad de norma en la vida de las personas. Una vez a la semana voy a la ciudad a ver a mis padres y a algún amigo y, cuando me aburro, agarro la moto y me voy a andar por algún camino perdido. Vivo una vida, vista desde adentro, nada espectacular. Mis actividades y pensamientos logro canalizarlos honestamente a proyectos de documentales que se van acumulando en mi archivo esperando madurar. Esos proyectos se trnsforman en dinero para pagar las cuentas que, más o menos, cualquier persona moderna tiene. Mi vida es muy austera, pero no me falta nada. Me encanta arreglarme con lo que hay; recojo hongos del bosque, tomo agua de mar, y casi todos los días enciendo un fuego. Llevo una vida muy parecida a la que llevaban mis abuelos maternos en San José o mis más lejanos gitanos de Hungría. El ritmo de vida es el que nos imprime la percepción de paso del tiempo. Hay veces que en el bosque mis días se hacen eternos. Pienso que así debe ser en las sociedades no desarrolladas, de ahora y de antes. Aunque somos muy pocos, no soy el único que vive por aquí. Como todos tenemos tiempo, muchas veces nos ayudamos en alguna tarea cotidiana o, cuando nos cruzamos, el "buen día" se transforma en una larga charla. Imagino que en algún momento de la historia debe haber funcionado así; "como tiempo me sobra, te lo comparto". Me pregunto entonces: en qué momeno de la historia se dió vuelta el juego y comenzó la carrera contra el tiempo? El tiempo que antes el hombre daba, porque era lo que más abundaba, comenzó a escasear y a convertirse en el amo de sus vidas, en una obligación. Desde que nacemos estamos siendo instruídos para el trabajo, trabajar por dinero, y el tiempo nunca alcanza. La prueba está en que las amas de casa apenas son reconocidas como trabajadoras, pues es trabajo no remunerado en dinero. Y esto no tiene nada que ver con clases sociales, tanto patrones como empleados son igualmente esclavos de una necesidad que creen la parte primordial de la vida. A muchísimos se les va la vida tratando de ganarse la vida. (Y no me vengan con: ah, y cómo vivís sin dinero?) El mundo de hoy (cierto mundo de hoy) está planteado así. Mis días me están demostrando que hay otras posibilidades. Me levanté hace apenas una hora y ya terminé este artículo; para mí ya valió la pena, ahora tengo el resto del día libre. Me voy a lavar la cara, chau.

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