lunes, 9 de julio de 2012

El documentalista y la ética


El documentalista y la ética

Un documentalista verdadero actúa guiado por la ética. La conciencia debe permanecer brillando cristalina detrás de cada una de nuestras películas. Cualquier desvío del camino será imposible de ocultar a una conciencia alerta. Aunque nadie tiene la verdad completa, una película comprometida debe perseguir la verdad. Una película que persiga la verdad se tornará en necesaria; una película necesaria solo puede ser buena. Lo bueno siempre deja en evidencia  lo malo. Lo bueno no teme hablar con firmeza. Yupanqui decía: cuando le pase algo a usted, quédese callado; pero cuando eso involucre a muchos, es obligación salir a gritarlo. Un documental necesario siempre es una denuncia. Lo denunciado siempre es hecho que se aleja de la ética. La antiética se combate con la ética. La antiética es una grieta del sistema. El sistema es quien nos da dinero para hacer nuestras películas ¿QUÉ HACER?

Acaba de llegarme un email donde el ICAU invita cineastas a revisar las bases de los fondos de cine de Uruguay. Ya han comenzado a surgir ideas de ajustes de aquí y allá de mis colegas. Por supuesto todas las sugerencias irán en torno a facilitar más aún nuestro acceso a los dineros públicos. Tal relativa bonanza en Uruguay quizás plantee ciertos problemas éticos a los documentalistas (a mí me sucede). No dudo de las transparentes intenciones de las autoridades de mi país  
en allanar los caminos al arte. El problema, especialmente en el documental, es que este se siente a sus anchas en caminos ríspidos. Y el documental necesario existe por la rispidez del camino. Creo que el documentalista comprometido es un militante que toma por arma una cámara. No descubro la pólvora al decir que ningún país del mundo ha llegado al nirvana. Y de ser así, sería una falacia total, pues habría sido fundado en la miseria del resto de sus congéneres más allá de fronteras. Por lo tanto, nos encontramos muy lejos, enormemente lejos, de no tener más necesidad de documentar/denunciar el mundo. Como vemos, el propio sistema tiene sus formas de reformularse mediante, en este caso, fondos para las artes. Pero estos fondos nunca van a ser suficientes, no solo por escasez de dinero, sino por la cantidad de cosas a reformar. Está de más decir, además, que no le compete al cine ni al arte hacer revoluciones. Pero conviene no perder nunca de vista la ética. Es sabido que una cosa siempre puede ser también lo contrario. Tal bonanza de fondos en Uruguay y otros países (que vamos, tampoco lo es tanto!), implica riesgos de concesiones en muy diversos grados. Nuestra apuesta, como militantes del cine, es a nuestro arte: con la mira puesta en el cine y nuestro índice engatillado en la ética
El cine no va a cambiar el mundo, pero puede cambiar la forma de entenderlo.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio