sábado, 14 de enero de 2012

A la deriva

Existe un ejercicio que demuestra la influencia de lo audiovisual en el desarrollo de la personalidad. Se le indica a una persona o gupo que retroceda mentalmente en el tiempo e intente ubicar la imagen cinematográfica que recuerde haber visto más tempranamente, la más lejana. Debe ser una imagen en movimiento, película, noticiero, dibujos animados, lo que sea, pero vista en una pantalla en movimiento. Luego se procede al comentario de la experiencia. Son siempre numerosas las coincidencias y descubrimientos de los participantes, lo que lo torna un ejercicio colectivo gratificante. Por último, el moderador pide que cada participante trate de explicar lo que ha sido su vida de acuerdo a la imagen recordada. Esta parte del ejercicio es una tarea a llevar a casa y puede llevar mucho tiempo de análisis.

La pantalla de televisión ha venido a ocupar el tradicional puesto del narrador alrededor del fuego. En el mundo del vértigo no queda tiempo para sentarnos a contar historias a nuestro hijos y delegamos la tarea al televisor. Si un día nos atrevemos a hablar, vemos que hemos perdido la capacidad de captar el interés. Somos incapaces de crear un clima propicio y desistimos ante la menor interrupción. El empobrecimiento del lenguaje nos conduce al desvanecimiento de las ideas. Es imposible competir con la televisión, con contadores profesionales. Así, solo creemos pertinente hablar cuando durante el día hemos sido testigos de algún accidente sangriento o un robo, esperando despertar la ilusión de los pequeños que piensan "papá es un héroe". Es triste pero hemos sido vencidos por la televisión. Y hasta la propia tv ha sido derrotada por ella misma. Hasta hace un par de décadas el material que llegaba a nuestros televisores eran historias al menos correctamente contadas. Películas, seriales y telenovelas ocupaban normalmente el horario central de los canales. Pero los guionistas y realizadores de esas películas también tuvieron hijos, quienes también fueron desatendidos. Esos hijos hoy mayores son los que están al frente de lo que se produce en el presente. La propia pobreza de mi lenguaje me limita la definición del tipo de programas que dominan la grilla. Quizás lo más acertado sería decir que el narrador ha sido suplantado por un vendedor. Así como el contador de cuentos de rueda de fogón devino en guionista, éste se convirtió en creativo publicitario. Nuestra sociedad es un barco a la deriva timoneada por creativos publicitarios.

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