martes, 20 de noviembre de 2012

La guerra es silenciosa


¿Nunca se preguntaron por qué siguen yendo barcos a la guerra, siendo que los mismos resultan blancos tan obvios? Es que la guerra no es como pensamos, no se trata de destruir, es un juego de estrategia. Cualquier militar sabe que, precisamente, la seguridad de un barco radica en que, para el enemigo, hundirlo, sería un mal negocio. Vale mucho más una buena avería, tener que regresar a puerto, ocupar otros barcos en su escolta, los gastos de reparación, manutención de la tropa en tierra y mil complicaciones más, que simplemente mandarlo a pique. En toda conquista histórica siempre ha sido tan importante el territorio obtenido como su población. ¿De qué vale la tierra sin esclavos que la trabajen? Los mongoles saqueaban caravanas comerciales pero sabían dejar un tercio del botín en manos de sus víctimas. De esta manera podrían reestablecer su negocio y regresar más tarde con una nueva caravana. Los mongoles se aseguraban así "el pan para mañana". El terrorismo funciona igual; terrorismo no es volar un auto en la calle, terrorismo es que no poder ni asomarse a la ventana sin pensar que en cualquier momento va a pasar algo. Al terrorista no le importa si en la explosión muere uno, o doscientos, o nadie, lo importante es el hecho estratégico. Que estalle una bomba en un centro comercial, o que sea desactivada a tiempo por los servicios de seguridad da lo mismo. ¿Quién se animaría a ir a comprar de nuevo allí? (Y los comercios no cobrarían ningún seguro). Los dedos se levantarían contra los encargados de la seguridad, ministros y funcionarios, reclamando su sustitución por otros nuevos. El terrorismo se ejerce a muchas escalas, en la vida cotidiana, también en nuestros pacíficos países. La guerra se está librando en todo momento en insospechados frentes. El ejército, la policía, las iglesias, los centros educativos y muchísimas otras instituciones basan su poder en el miedo y la represión. Ellos cuentan con nuestro aval, los pedimos a gritos, los mantenemos y amparamos en la legalidad, es un terror legal. El estado, concepto etéreo y a-personal es el escudo perfecto de la impunidad. En el estado nadie es responsable ¿el presidente? el hace lo que el pueblo manda! Cuando un actor de peso arroja una bomba, la onda expansiva recorre el mundo. El estallido necesariamente obliga a todos a tomar partido, y muchas son las cabezas que caen (para ser reemplazadas enseguida por otras). Vivimos una época de finísimas conexiones de poder global. Ya no tiene sentido hablar del imperialismo yanki, pues, como dijo Marx hace más de 100 años "el capital no tiene patria". La guerra es una, la del principio, la de siempre, que aún no ha terminado. Lo que nos espantan son las batallas, porque hacen ruido, pero el verdadero problema es silencioso. Henry David Thoreau, quien vivía austeramente, observó que "para contar las cosas que necesita el hombre para vivir le alcanza con los dedos de sus manos; y si fuese necesario más, aún le quedan los de los pies". El problema comenzó cuando a alguien se convenció de que lo que tenía no era suficiente.

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