martes, 29 de abril de 2014

Se busca conciencia religiosa


Afirma León Tolstoi en su ensayo Qué es el arte que “el arte universal tiene un criterio eterno indefinido: la conciencia religiosa". Aunque profundadmente cristiano, Tolstoi estaba muy lejos de absolutismos, por eso se refería al concepto "conciencia religiosa" en vez de usar la palabra religión. "Es muy posible que en lo porvenir, la ciencia suministre al arte otro ideal, y que éste tenga entonces por objeto realizarlo; pero en nuestro tiempo el destino del arte es claro y preciso. La labor del arte cristiano consiste hoy en realizar la unión fraternal de los hombres". Hoy, un siglo más tarde, sin duda el mundo es muy diferente a la Rusia de los Zares. Los avances tecnológicos han abolido distancias y creado lazos de dependencia y relacionamiento dignos de ciencia ficción. El cine, con su principal condición de plasmar la vida en imágenes y sonidos, ha sido uno de los más influyentes generadores de cambios sociales. Gracias a los registros cinematográficos es posible ver ‘de primera mano’ el pasado y ‘enlatar’ el presente, para ser visto en el futuro. Esta capacidad de deconstrucción/reconstrucción es propia del arte en general y más que evidente en el Cine Documental. El Cine Documental siempre va a reflejar una realidad externa; pero nunca va a ser la realidad real, sino, volviendo a Tolstoi, "la transmisión a otros hombres de un sentimiento experimentado por el artista". Un reflejo siempre estará distorsionado, borroso, fragmentado, deliberadamente recortado e, indefectiblemente, invertido. No es objeto del arte reproducir la realidad, pues, por cierto, ésta es irreproducible. La condición del arte como espejo de la realidad es casi un accidente físico. Vale aclarar que la medicina, el comercio, el ocio y toda actividad humana son también reflejo de la realidad. Por lo tanto, el Cine Documental siempre va a estar reflejando ALGUNA realidad, lo cual no es ningún mérito. Como obra artística, es justamente en los borrones, distorsiones y falseamientos deliberados del cineasta donde reside la riqueza del Cine Documental. Lo demás no es cine. Debería dejarse de lado como valoración de una película la de “reflejo de la realidad”. Nos hemos acostumbrado a aceptar esa exigencia como fundamental para nuestros proyectos, siendo que tal condición es intrínseca a nuestro arte. Cuanto más bruñido esté el espejo, cuanto más fiel sea la imagen reflejada, cuanto más voces tengan la oportunidad de ser oídas, tanto más estaremos matando al Cine Documental. Mis películas no son un mercado, ni el Parlamento, ni las Naciones Unidas. Como documentalista me encuentro ya cansado de escribir mil veces la misma Pasión de Cristo, cambiando nombres y locaciones, para pellizcar una limosna. Hace tiempo que no me interesan más los documentales que reflejen fielmente la realidad, ésa realidad (La comunidad y la planta nuclear/el artesano y la transnacional/el bueno desgraciado y el ogro). No digo que eso no sea parte de la realidad, lo es, pero, además de que la realidad es mucho más rica y compleja, las películas que intentan reflejar esa realidad escasamente aportan nada nuevo. Son como esos epitafios que rezan: era buen padre de familia. No dicen nada. El arte políticamente correcto no es arte. Es mensaje, aliento, propaganda, buenos deseos... Poner los esfuerzos en ‘intentar reflejar’, cuando naturalmente el reflejo va a estar presente, termina siendo una pérdida de energía. ¿Es que acaso nos convencieron de que en Latinoamérica hay solo una historia y un solo modo de contarla? ¿Es que no ha pasado nada nuevo en 100 años? ¿Por qué insistimos pulir al máximo el espejo, si la riqueza del cine está en lo que no se ve? Trabajemos en reflejarnos nosotros mismos como cineastas.

No quiero cambiar el mundo, sólo quiero hacer una película más.
Chaplin