jueves, 19 de abril de 2012

Rec


Debo iniciar este artículo definiendo, en primer término, desde dónde está escrito. Soy de Uruguay, un país que, salvo su nombre, y que pocos conocen su verdadero significado, muy poco (o nada) es lo que ha conservado de los pueblos originarios de estas latitudes. Son muchísimos los expertos que incluso niegan cualquier nivel de cultura a los posibles antiguos habitantes indígenas. Hablo español y debo mi educación al sistema seudo-europeo de la cultura oficial de mi país. Me considero un tipo bastante culto, en parte debido a mi desempeño como cineasta (o quizás sea al revés). No me avergüenza confesar que, hasta hace no más de un par de años, jamás había visto un indígena en mi vida. Fue gracias a los encuentros de documentalistas latinoamericanos que pude acercarme a ellos. Para mí fue un descubrimiento comparable al descubrimiento de otras culturas de otros continentes que me ha tocado conocer. Pero ésta cultura estaba a la vuelta de mi casa! Este hecho marcó en mí, como documentalista y persona, el comienzo de una nueva etapa de búsqueda. Y la estoy llevando a cabo con varios proyectos, pero siempre llego a una barrera que nunca puedo traspasar. Los materiales con los que doy están siempre enfocados desde el lado europeo/occidental o como diablos se le llame. Creo no haber encontrado autores indígenas, y si los hay, son en todo caso por justificados reclamos políticos, ecológicos, etc, en tono de denuncia por atropellos varios. ¿Pero dónde puedo encontrar trabajos sobre el pensamiento indígena profundo? (Y estoy preguntándolo desde mi ignorancia, para que me auxilien) La única forma que he encontrado de acercarme a su mundo ha sido saliendo al camino (no hay mejor forma!).
Todo esto me merece una reflexión. Creo que la diferencia ha estado en la capacidad de plasmar ideas en el papel. Leo a los pensadores clásicos (ya sé, clásicos para quién) porque ellos pudieron imprimir sus libros. Gracias a eso también es posible leer los antiguos orientales; el intercambio existente entre civilizaciones cercanas posibilitaron numerosas traducciones en uno y otro sentido. Aquí llegó todo más tarde, con forma de balanza torcida.
Hoy, en un mundo menos libre, pero que a la vez se las ingenia para ser más abierto, la cámara de video se ofrece como la posibilidad estrella. El acceso a la tecnología se ha democratizado y con un par de botones es posible dar forma casi todas las ideas. Mucho me costó poder entender este concepto, pues va a contrapelo de los talleres que suelo impartir. Me he dado cuenta de que hay aspectos que van mucho más allá de realizar una película correctamente (en el sentido que le damos, luego de cien años de vida de este arte occidental). El audiovisual es un soporte de cultura, y no debe modificarla, sino posibilitar su desarrollo. El trabajo del formador audiovisual comunitario debería remitirse a enseñar la función de ese par de botones.